Si parezco algo melodramática o exagerada, lo siento. Pero ese mismo sentimiento de disgusto es lo que me empuja a escribir esta entrada.
No sé si es la omnipresente incertidumbre que me reodea a veces, pero a veces una sensación está picando en mi cuello, en mis nervios, en mi corazón y en mi conciencia.
¿Alguna vez has sentido que alguien juega contigo?
Un espectro, un ser en la lejanía, envuelto en una niebla tan densa que es difícil o imposible atravesar con la vista. Un espectro disfrazado de ángel, cantándote bellas palabras al oído. Estos ángeles, estos seres locos, maravillosos, genios, poetas y constructores, arquitectos de sus propios mundos, dibujantes de sus propios sueños, se dedican a quemar las teclas de sus ordenadores tal como lo hago yo, ahora con esta entrada. Me refiero a escritores contemporáneos; los muertos no pueden jugar contigo.
Ellos me han mostrado visiones hermosas, paisajes alucinantes, bellezas no antes descubiertas. Estos seres, señores, son los escritores. Sus seductoras esculturas me han dejado hipnotizada. Me han hecho derramar lágrimas, arder en llamas y saltar de alegría.
¿Qué impulsa a alguien a escribir? ¿La pasión? ¿La locura? ¿El dolor? ¿Los sueños? ¿Un capricho? Finalmente el motivo, al fuerza, no importa, sino el impacto; lo que se transmite a los lectores al entrar las letras a sus ojos, asimiladas las palabras por sus cerebros, y estallando en sus corazones las frases. Eso es lo que define el éxito, el verdadero valor de lo que proyecta; el efecto en la audiencia. Una obra sin audiencia, es como un vino sin aroma -y perdonen pero no encuentro buenas comparaciones-. Un libro sin frutos, sin gente en quien influir, es un auditorio vacío.
Y la mayoría de los autores tienen bien claro esto. Saben lo que hacen. Dichosos aquellos que tienen la fortuna de ser conscientes del efecto de sus acciones, porque ellos dominarán la Tierra. Hay gente consciente de todos los tipos y colores; soñadoras, visionaros, almas puras, almas venenosas, maliciosas, gente de buena voluntad, mentes podridas, mentes huecas, seres viscerales....
La cuestión es: ¿Cómo sabes qué clase de sujeto ha sido el arquitecto? ¿Acaso tiene siquiera sentido intentar investigarlo? no importando, que sea un alma venenosa, si te apasiona lo escrito por esta alma, muy pocos se arriesgarán a quebrar sus ilusiones. E incluso habiendo aquél indiferente al que no le importa ni los medios sino solamente el producto, que comen lo que se les da con los ojos cerrados, siguen siendo parte del mismo rebaño manipulado.
La clase de sujeto consciente más poderoso, o peligroso es aquél que conscientemente sabe que somos seres permanentemente atados a la pasión, seres que buscan el disfrute y la satisfacción. El sabio que conoce las más grandes ilusiones, anhelos, sueños y fantasías del ser humano, por pertenecer al mismo género.
Lo que hace este sujeto, al tomar su herramiento y comenzar a tejer su tapiz, es jugar con las hebras; hebras que sabe, si maneja con habilidad, llegarán a enredarse alrededor de un corazón humano. Teje un maravillosos tapiz, ocultando sus manos junto con sus intenciones en el otro extremo. Pocas son las personas con el entendimiento para lograr ver el color en esas manos, ya seas unas limpias manos blancas, o unas manos manchadas de sangre o mugre.
Pues bien, yo No me cuento dentro de esas personas con gran visión. Tengo miopía a ratos, no alcanzo a percibir las intenciones del tejedor, mis ojos siempre terminan perdiéndose en la misma superficie de los tapices que están atados a mi corazón. Cuando me planteo las motivaciones de mis autores, vuelvo a perderme en la hermosura de sus obras y tiendo a olvidar seguirme preguntando el por qué.
Pero mi vista no es tan corta; alcanzo a ver el extremo de tela que está cerca de las manos del tejedor. Y, si no me gusta lo que alcanzo a ver, tengo dos opciones; una, ignorarlo pero seguir echando miradas de soslayo, haciendo crecer mi sensación de inquietud, y dos, simplemente ignorarlo.
Pero ese el trabajo de una escritor; jugar con las cuerdas del tapiz que está tejiendo. Aun como escritora amateur, yo misma he experimentado ese placer, esa satisfacción de poder influir en alguien; esa cierta malicia de pensar cómo quiero hacer brotar lágrimas de los ojos que atrapan mis palabras, de cómo quiero arrancarles una sonrisa o darles un pequeño sobresalto. Escojo los colores y las tonalidades, el estilo en que quiero retorcer los hilos.
Pero es un coñazo sentir que están jugando contigo; a veces da asco sentir que estás del otro lado del microscopio. Del otro lado del vidrio, bajo el ojo divertido y observador de alguien más que te controla y manipula.
Creo que a veces puedo distinguir la verdaderas intenciones de la gente, pero eso cambia mucho cuando ese alguien te pone una canción de cuna al oído; es difícil permanecer alerta para poder observar cada uno de los movimientos del cuenta cuentos, cuando estás adormecido bajo su encantadora historia. O pensar que es un asesino escondido; ninguna persona podrida podría tener la amabilidad de cantar delicadas canciones a tu oído, o la delicadeza para tocar tan bella sinfonía, ¿O sí?
Aunque claro, hay que recordar que Hannibal tenía mucho estilo y sofisticación.
Lo anterior me hace acordarme mucho de una narración titulada "El sicario", no recuerdo el autor, pero trata de un atractivo joven que logra convencer a un sicario de que es un vampiro, mediante una narración terrible y fantástica de su vida, donde al final el lado soñador del sicario queda hechizado.
El vampiro, alegando que esta cansado de ser inmortal, lo contrata para asesinarlo y descansar en paz por fin. La cita es el día siguiente, en el sótano de una casa, pero cuando el sicario se dispone a terminar con la vida del vampiro, alguien cierra sorpresivamente por fuera la puerta del oscuro sótano, y el vampiro resulta ser nada mas que otro mortal en busca de venganza, que ha dejado al sicario encerrado en el sótano para morir de inanición y soledad.
Las historias a veces no son más que eso; enbrujantes relatos contados por falsos vampiros.
Claro que no espero que alguno de mis escritores favoritos venga a encerrarme en un rincón húmedo y apartado para morir. Pero el vampiro del cuento al final obtuvo un aparente beneficio; el placer de la venganza, la dulce sensación de haber terminado de manera apropiadamente cruel con el asesino de un ser querido.
Ahora, ¿Qué beneficio estarán recibiendo los tejedores que juegan con mi corazón? Estoy de acuerdo en cederles incluso parte de mis arterias, y de las terminaciones nerviosas atadas a mi espina dorsal, si la satisfacción que reciben mis bellos tejedores es la más pura intención de plasmar sus sueños, de compartir conmigo las maravillas y tormentas dentro de sus cabezas, de hacer el mundo un lugar más maravilloso con sus sedosas sinfonías.
Pero, ¿Acaso no es demasiado idealista y positivo, esperar que esa sea la verdadera razón, el verdadero beneficio que ellos obtienen a través de lo que crean con sus manos? ¿Solo por amor al arte? No, ni siquiera eso... amar el arte no es suficiente para crear algo. Necesitas amar un verdadero propósito. Y aveces ese propósito son ellos mismos.
Sé lo primero que van a pensar cuando les hablo de algún motivo poco auténtico o malo, pero igual de poderoso y omnipresente en este mundo, como la imagen no podría describir mejor que yo:
Cuando haces algo por convicción y no por efectivo, se nota la diferencia -se trate de un bestseller o no- y creo que puedo distinguir esa diferencia, por tanto no voy a caer tan fácil por un tapiz malhecho pero caro.
Por eso, lo que me inquieta no es cuánto ganan los tejedores por sus trabajos. J. K. Rowling es una de las escritoras con más ventas y no por eso lo que escribe es basura, eso nadie lo va a negar. Así que el dinero no es mi mayor preocupación.
Me preocupa que estén jugando sucio conmigo. Que alguien esté moviendo los hilos, observando con diversión como un montón de niños ilusos lloran y ríen, haciendo una tormenta en un vaso de agua que ellos mismos nos sirvieron.
Detesto sentir que alguien está jugando conmigo. Detesto que alguien se divierta viendo como el colectivo de su audencia -y parte de ese colectivo soy yo- está siendo hipnotizado ante los coloridos patrones psicodélicos que su cuadro ofrece.
O en otro caso, un hombre vestido elegantemente, moviendo con pereza sus dedos al mismo ritmo que con la otra mano revisa el facebook o el whatsapp, echado decadentemente en su trono de oro, el mismo que sus elfos domésticos -esclavos, serviles crituras ingenuas- le han construido desinteresadamente, felices de que les halla dado... ni siquiera voy a decir "calcetínes". No me siento cómoda usando analogías de Harry Potter, pero el punto es que yo no soy una elfa doméstica. Me ofende que alguien me trate como tal, porque soy humana.
Pero que quieren. Los colores son deliciosos, la vida a veces muy cruda, y los calcetines muy cálidos. Yo también siento frío en los pies por la noche. Y la noche viene a diario, así que necesito tener esos calcetines si no quiero morir de hipotermia. Me tengo que alegrar por tener alguna prenda que usar, y no una alegría conformista; de verdad, estoy agradecida por ello. Porque como dije, no todos los tejedores son iguales. Algunos de verdad son auténticos, tipos puros. Con ellos es con los que estoy agradecida, pero, ¿Qué voy a hacer con los otros, que son igual de indispensables para mí? No puedo despreciar del todo a alguien que me ha ofrecido un color que no puedo ignorar o rechazar. No porque el lechero sea más amable que el malencarado, pervertido y egoísta carnicero, dejaré de comprar res. Porque necesito comer.
No importando qué clase de ángel o demonio me haya servido su obra, no dejaré de consumirlas o de adorarlas. Porque as necesito si no quiero enloquecer. Porque mi vida sin ellas no sería la misma. Porque me ofrecen algo mucho más valioso que cualquier sustento material; Esperanza, no menos vital o necesaria que el oxígeno para mi alma.
Mi verdadero digusto, mi verdadera impotencia, es que a pesar de que sé que es muy probable que los tejedores de algunas de las maravillas que habitan mi corazón, en realidad es un estafador, un falso o un mercenario, pero no de dinero; el dinero sirve para tanto para vivir como para asesinar. Lo que lo puede convertir en un arma o un beneficio, es la voluntad humana. Pero aunque no lo crean, hay codicias peores. Existe la codicia de reconocimiento. Existe la codicia de poder. Existe la codicia del ego. Como dije, no es suficiente amar el arte para escribir un libro.
En resumen; cuando algún cretino busca la literatura para infectar con su podredumbre al mundo, incluso si lo hace mediante el método comercial, no lo está haciendo solo por dinero. Hay muchas otras manera más fáciles y rápidas de hacer fortunas. Si ese cretino está usando la literatura comercial para hacer puros billetes, el dinero es solo una parte de su motivación. Ese cretino, en realidad, quiere probar algo al mundo. Qué es lo que quiere probar, no lo sé. Pero es algo negativo y muy vil. Y yo, al consumir sus bellezas corruptas solo le estoy dando la razón y licencia para creer que puede seguir abusando y jugando conmigo -con todos nosotros, sus espectadores-, violando nuestros corazones y maltratándonos como su esposa sumisa y luego haciéndonos creer que nos ama. Todo para lograr lo que quiere, con el mismo mensaje tácito en cada una de sus acciones;
"Mientras siga aquí, seguirás recibiendo con alegría lo que yo te ofrezca. Porque me necesitas, perra."
Gracias por llegar a esta parte de tan largo y tedioso ensayo. No esperaba que alguien lo acabase.

No hay comentarios:
Publicar un comentario